martes, 22 de abril de 2014

Anverso y reverso en un mismo proyecto

Por Jorge Duarte @ludistas

La semana pasada se presentó el Proyecto de Ley de Promoción del Trabajo Registrado y Prevención del Fraude Laboral. La normativa se encuentra para su tratamiento en la Cámara de Senadores y establece un conjunto de medidas para formalizar la situación de más de un tercio de los asalariados que trabajan de forma no registrada (eufemismo utilizado para referirnos al trabajo ilegal) y para alentar la promoción del empleo. El diagnóstico parece acertado, el trabajo no registrado y la pérdida de dinamismo del mercado laboral en el último tiempo son dos de los problemas más acuciantes de esta etapa.
El tercio de trabajadores no registrados no sólo no cuentan con protección social y legal sino que, además, perciben salarios promedios que los dejan muy cercanos a la pobreza, sufren una condición de inestabilidad que les quita posibilidades de proyectarse en el tiempo y padecen dificultades para acceder a la salud, la educación y la vivienda (incluso al alquiler por no poder cubrir con las condiciones que impone el desregulado y voraz mercado inmobiliario).
El año pasado el Ministerio de Trabajo de la Nación en el documento “Trabajo no registrado: avances y desafíos para una Argentina inclusiva” dio algunas pistas para entender una parte importante de las motivaciones de la medida. El informe señalaba que en establecimientos de hasta 5 trabajadores, el 70% de los empleados se encuentran en condición de no registrados. Este texto, debatido en el marco del Diálogo Social 2013, brinda sustento a la idea madre sostenida por el proyecto de establecer sistemas de incentivos para la formalización de lazos laborales en las microempresas.
Es en este núcleo de trabajo no registrado urbano donde el proyecto converge con las necesidades del momento y encuentra su mayor acierto. La situación de estas unidades pequeñas, de baja producción y escasa rentabilidad (lo que se medirá en base a la facturación) merecen atención especial y diferenciada. No hablamos de emprendimientos con altas ganancias, sino más bien de aquellos que están vinculados a la subsistencia. Simplificación de los trámites, menores costos y mayor control consolidan una respuesta precisa.
Menos auspiciosa parece ser la mirada que exhibe el plan sobre las empresas más grandes y su actuación en el mercado. Con una perspectiva un tanto naif del comportamiento de los privados, el éxito del proyecto en los establecimientos de mayor envergadura no dependerá tanto de los incentivos, sino que su suerte estará atada a la presencia efectiva del Estado y del impulso que se le otorgue a los controles y a la fiscalización de las irregularidades. Quienes utilizan el trabajo en negro para maximizar ganancias no cambiarán su postura de no mediar instancias punitivas concretas y palpables.
El reverso de la moneda lo encontramos en el apartado sobre la promoción de empleo. De cara a un mercado laboral que comienza a dar señales de alerta por despidos en sectores como el metalúrgico, el metalmecánico, el automotriz y el del calzado, el proyecto prevé beneficios impositivos para quienes incorporen nuevo personal. Este intento de dinamizar la creación de empleos cae en una receta probada aunque no siempre con buenos resultados.
Las reducciones de cargas patronales para apuntalar el mercado es una política de empleo ortodoxa que no suele dar frutos por sí sola e históricamente fue más beneficiosa para empleadores que para empleados. Estos beneficios impositivos que abarcan situaciones disimiles (especialmente hablando de tamaño y rentabilidad) seguramente profundizarán las diferencias pre-existentes y tendrán poco impacto en el mundo de las PyMES. Difícilmente se logre revertir la tendencia a la destrucción de puestos de trabajo si las fuerzas no se centran en volver a impulsar la producción y potenciar el consumo.
Por supuesto que el análisis de la letra de una legislación se basa en lo que se explicita, pero también en lo que se omite. En ese sentido, es de destacar el reconocimiento del trabajo no registrado como un grave problema del mercado laboral, pero se pone el acento sólo en el rol que juega en el sector privado como si no existiera trabajo en negro en el Estado. Tanto el empleo público nacional, como (y fundamentalmente) en los órdenes provinciales y municipales se observan grandes bolsones de informalidad que quedan invisibilizados en este proyecto.
El trabajo no registrado es un problema transversal del mundo laboral en su conjunto que se consolidó en los últimos 20 años. Un buen primer paso para su combate sería avanzar en registrar las fuentes de trabajo en negro y las situaciones de fraude laboral que produce el Estado, lo que seguramente redundaría en un beneficio para los trabajadores y para el propio Estado.

 Nota originalmente publicada en Página 12

sábado, 5 de abril de 2014

Sólo tiene empleo 1 de cada 4 mujeres jóvenes

Aunque el desempleo general se mantiene bajo, golpea fuertemente a sectores vulnerables del mercado laboral. En el grupo de mujeres de entre 18 y 24 años sólo una de cada cuatro tiene un empleo. Esa proporción es todavía menor en los sectores más bajos de la población.

El desempleo parece no ser un problema en el mercado laboral argentino. Con porcentajes de solamente un dígito desde hace muchos años y tocando el piso del período posconvertibilidad en los últimos trimestres, todos coincidían en que había que concentrarse ya no en la falta de empleo, sino en la calidad del empleo disponible. Aunque en parte esa afirmación es correcta, también es cierto que hay sectores vulnerables del mercado laboral que siguen encontrando en el desempleo su problema principal.
La juventud suele ser un sector castigado por el mercado. Con dificultades para insertarse y hacer sus primeros pasos en el mundo laboral, los jóvenes suelen sufrir de manera más cruenta las dificultades que presenta cada etapa.
Para graficar las particularidades que se viven desde la juventud sólo es necesario mencionar algunas cifras relevadas por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) basado en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que realiza el INDEC. Mientras que la tasa de empleo general en la población en edad de trabajar es de 63%, la tasa de empleo de los jóvenes entre 18 y 24 años apenas alcanza al 33%. Esto quiere decir que el nivel de empleo de la juventud es 48% menor que el nivel general que presenta en mercado laboral.
Ahora bien, si incluimos la variable sexo en nuestro análisis, nos topamos con cifras preocupantes. La tasa de empleo de mujeres jóvenes (entre 18 y 24 años) sólo alcanza el 24%. Por lo tanto sólo 1 de cada 4 mujeres jóvenes acceden a un empleo.
Aunque la discriminación laboral hacia las mujeres se puede visibilizar transversalmente en todo el mercado, en la juventud toma una intensidad alarmante. La falta de políticas activas de fomento de empleo para el sector aportan a esta tendencia del mercado. Por omisión se potencia lo inmanente.
Cabe mencionar que en los estratos socioeconómicos más bajos el número de mujeres que acceden a un empleo es todavía más bajo. Entre los factores determinantes de este fenómeno encontramos la falta de conclusión de los estudios básicos, las presiones o imposiciones familiares para que se responsabilicen de las tareas domésticas y los embarazos tempranos.
El recientemente lanzado Plan PROGRESAR en parte busca paliar esta situación. Recordemos que su objetivo es que los jóvenes de entre 18 y 24 que no trabajan, trabajan informalmente o tienen un salario menor al mínimo vital y móvil y su grupo familiar posee iguales condiciones, puedan iniciar o completar sus estudios en cualquier nivel educativo a cambio de percibir una prestación económica de $600 mensuales.
Todavía es incipiente la implementación de la medida, por lo que todavía no se puede realizar una evaluación de su impacto, pero queda claro que no será suficiente. Hay que desarrollar más políticas públicas enfocadas en aquellos que el mercado laboral excluye.
Las mujeres y especialmente las jóvenes, todavía siguen padeciendo discriminación laboral y es necesario regular el mercado para poder resolver el problema que se eterniza a pesar de los cambios de etapas.