lunes, 2 de junio de 2014

Una toma que es más que una toma

El conflicto que se desarrolla entre los trabajadores despedidos y la multinacional autopartista Gestamp presenta rasgos que lo convierten en una referencia para entender la batalla sindical en tiempos de ajuste. Patronales que aprovechan el contexto para disciplinar la fuerza laboral, empleados en disputa y los distintos actores tratando de conducir la situación.

A casi dos meses del comienzo del conflicto que derivó en la toma de la planta de la autopartista Gestamp, la situación parece más compleja que nunca. Los intereses empresarios, expuestos detrás de las decisiones de la multinacional para hacer valer sus reglas del juego, confrontan contra empleados que resisten el ajuste. Además, tres actores (el sindicalismo tradicional, el sindicalismo combativo y el Estado) disputan por conducir y buscar una salida que se convierta en patrón para lo que viene, en el marco de un contexto que amenaza con provocar muchos gestamps.
Las suspensiones, que derivaron en despidos, huelga y toma de planta en la empresa multinacional de capitales españoles, fueron el comienzo de un espiral ascendente de conflictividad que nunca fue descifrado por el sindicalismo tradicional de SMATA, ni por el Ministerio de Trabajo. Ambos resortes de poder, con capacidad de presión y acceso a políticas públicas para hacer contrapeso a una ofensiva patronal, carecieron de capacidad de respuesta. Ni SMATA ni el Ministerio pudieron canalizar el reclamo, más bien lo potenciaron con la indiferencia, la pasividad y luego con el ataque a quienes decidieron tomar la planta.
El gremio de Mecánicos (SMATA) que lidera Ricardo Pignanelli es muy cercano al gobierno nacional. Tanto es así que un miembro de ese sindicato, Oscar Romero, es de los pocos que logró tener una banca de Diputaro Nacional en las últimas elecciones integrando la lista del Frente Para la Victoria.
Pignanelli es de los gremialistas más cercanos al poder. Tiene acceso a los más altos funcionarios y capacidad de presión. Sin embargo, no utilizó ninguna de las dos armas para resolver un conflicto que por características puede repetirse en otras plantas. En lugar de ponerse a la cabeza, dejó que la cabeza de los dirigentes estuviera en riesgo. La primera reacción de SMATA fue desconocer un conflicto colectivo, negociar el ajuste y avalar lo que sucedía.
La situación es clara, Gestamp aprovecha un contexto de caída de la actividad para disciplinar la fuerza laboral. Por eso las suspensiones y los despidos se dan sin que la empresa pida salvatajes o ayudas por la "crisis" que vive.
Desde el Ministerio de Trabajo confirmaron la empresa con planta en Escobar no realizó pedidos para que se dispongan ayudas Repro, ni presentaron algún plan para que se les otorgue apoyo alguno. Lo que sucede es que la actividad desmejora, pero la situación no es apremiante.
Claro que desde la cúpula de SMATA, que disputa la representación de la empresa con sectores de izquierda, pensaron que era un buen momento para que “el ajuste” caiga sobre las espaldas de los revoltosos y matar dos pájaros de un tiro. Es por eso que primero no intervinieron, luego desconocieron el conflicto colectivo y más tarde, ante la inminencia de la toma, llamaron al Secretario de Seguridad Sergio Berni para pedirle que la impida.
Aunque el Supersecretario estaba dispuesto a actuar no hubo órdenes precisas ni desde Nación ni desde Provincia. Entonces, la militarización posterior ya había dejado en evidencia el rol de SMATA, la incapacidad del Ministeiro de Trabajo de encontrar soluciones e intervenir efectivamente en el territorio y la predisposición del sindicalismo combativo de liderar el conflicto.
Así como los despedidos y los operarios de Gestamp que se solidarizaron con ellos no son contenidos ni representados por el sindicalismo de Pignanelli, tampoco son actores altamente ideologizados que respondan directamente a la izquierda partidaria. Los despedidos componen un nuevo actor que se incorporó al mercado laboral en los últimos años y que reaccionan ante el primer revés que les toca atravesar en su vida laboral. Muchos de ellos jóvenes, con salarios que los ubican entre los sectores medios, son sujetos que están en disputa y en busca de representación.
La situación, entonces, llegó a un punto de no retorno. Un gremio que no supo leer la situación ni responder a las necesidades actuales y hoy hace un plenario para organizar una movilización contra la toma de plantas; una patronal que no está dispuesta a declararse derrotada ante una ofensiva sindical y por eso no acató la conciliación obligatoria y un ministerio de trabajo que actúa tarde y mal.